miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo XIV (1ª Parte)

El siglo XIX.- La Cofradía de Valverde.- Fiesta de acción de gracias de 1806 – Rogativas – Exposición al Obispo Prior en 1824 – Las competencias entre los Curas de Santa María y Santa Ana – Obras de reparación en el Santuario – Estada de la Sma Virgen en Guadalcanal durante la guerra civil.

Llegamos a los días del siglo XIX, y en verdad que causa profunda tristeza en el ánimo el ver su obra destructora y demoledora: la labor de este siglo, tan fecundo en revoluciones, ha sido negativa: nada escapó a su impía mano, y sembrada está España de ruinas y desolaciones que marcan por todas partes la característica de este siglo.
De la Cofradía de Valverde encontramos algunas noticias de los primeros años de este siglo en el Libro de cuentas de su Hermandad. En 1801 era Mayordomo Gonzalo Dorado y fue reelegido para el siguiente año; rindió cuentas en 20 de Junio de 1802 con un saldo a favor de la Cofradía de sesenta y cuatro reales “que junto con cinco reales que le dieron de limosna, y no se acordó de ponerlos en el cargo, son los de alcance sesenta y nueve reales." Hicieron elección de cargos en el mismo día y resultaron elegidos, para Alcalde de la Cofradía Gonzalo Dorado; regidores Juan Sánchez, Juan Vasco, menor, Juan Simón Limones y Fernando Angel, menor, y Mayordomo el escribano José Durán Ortiz.
Hizo Santa Visita en Valverde Don José Casquete del Prado, del Orden de Santiago, Obispo Prior de la Real Casa de San Marcos de León y en 27 de Octubre del mismo año aprobó las cuentas de la Hermandad y al día siguiente “Concedió cuarenta días de indulgencia a todas las personas, que rezaren un Padrenuestro y Ave María al Niño Bellotero; y otros cuarenta días a los que rezaren una Salve a la Virgen de Guaditoca, que se saca a pedir por las calles de esta y otras poblaciones. Lo anoto dice el Mayordomo, para que conste; porque estuve presente cuando las citadas indulgencia fueron concedidas, pues tuve en mi casa dicho Niño Bellotero y Virgen de Guaditoca y en la misma sala donde estuvo el dicho Ilmo. Sr. Obispo.- José Durán Ortiz, escribano público de esta villa.” (88)
Desde esta Santa Visita hasta la siguiente, que fue en 1815, siguió la misma Junta de gobierno y el mismo Mayordomo por devoción y no encontramos en el Libro de cuentas otra cosa que señalar que la generosidad del Mayordomo que cede el alcance, que casi todos los años arrojan las cuentas a su favor, en beneficio de la Hermandad; y la restauración, pésima por cierto, del Niño, que se hizo en 1805, que importó “sesenta reales; pagados al dorador de Azuaga por los ojos nuevos de cristal y pestañas puestas a la imagen del Niño Bellotero, por habérsele caído los que tenía; y también por el nuevo barniz puesto en su rostro y manos, y en el pelo; sin los costos de conducción duplicada”; y la compra de un vestido de canutón para el Niño, que costó a 200 reales la vara.
En el libro de Autos Capitulares de la Villa de Guadalcanal hay una Real provisión original del Consejo de Órdenes, dada en Madrid a 14 de Agosto de 1806, concediendo la autorización que habían pedido D. Ramón Reylló, D. Juan Fernando de Castilla y Rivas, D. Juan de Ortega y Buiza, D. José Ramón de Paz, Francisco López de Rivera y Antonio Veloso, vecinos de la villa y diputados para el culto de la Imagen de nuestra Señora de Guaditoca, su patrona y tutelar, para que en el día de la fiesta de acción y de gracias que había de hacer a tan milagrosa Imagen por haber preservado al pueblo del contagio que se padeció últimamente en la Ciudad de Málaga y sus inmediaciones, se pueda tener función de fuegos artificiales; puso como condición el Consejo “que sean moderados y que haya de guardarse el mejor orden, evitándose toda ocasión de disgusto o desgracia; en inteligencia de que si se verificase han de quedar responsables a las resultas, así el Corregidor como los Capitulares del Ayuntamiento y los diputados de la fiesta”. En 21 de Agosto mandó cumplir, por su parte, el Corregidor la Real provisión; y en 21 del mismo mes se dio cuenta al Ayuntamiento.
De los aciagos días de la invasión francesa, no hemos encontrado otra noticia que la referente a la incautación de la plata de las Iglesias de la Villa, mandada por la Junta Suprema de Extremadura.

Hay una relación dada por los Curas de las tres parroquias al Provisor de Llerena en 1814 de las alhajas de las parroquias, conventos, iglesias y cofradías de las que se incautaron los presbíteros D. Joaquín Arana, Capellán de San Juan de Llerena y D. Miguel Ortiz Durán, comisionados al efecto por la Junta, y consta que se llevaron del Santuario de Guaditoca la cúpula de las andas de la Virgen, que pesaba catorce libras. (89)
Por necesidad de agua acordó la Villa en 23 de Marzo de 1817 traer la venerada Imagen en rogativa; y el mismo acuerdo y por la misma causa se tomó en los años de 1820 y 1822. En el de 1819 dispuso la villa traer la Santísima Virgen para la feria, según costumbre; pero el día 27 del mismo mes se revocó su acuerdo “ante el temor de que una cuadrilla de malhechores, que suelen andar frecuentemente por el término de Azuaga y parajes inmediatos al Santuario, noticiosos de la traída de la Imagen, se arrojen a cometer los excesos que acostumbran, aun dentro de las poblaciones, como acaba de suceder en la Granja de Torrehermosa”.
Nueva necesidad de la misericordia de Dios para con los campos, movió al Ayuntamiento en sesión de 28 de Abril de 1824 a disponer un novenario de rogativas, y para la noche del siguiente día, primero de la novena, dispuso una procesión de penitencia “que saldrá de dicha parroquia Mayor a hora de las nueve de ella, y se repetirá el domingo dos del próximo mes de Mayo a la propia hora y de igual modo, llevando la imagen de nuestra Señora en procesión por las calles que se acostumbre a hacer la de la octava del Corpus y las comunes de la villa; a cuyo acto no deberán concurrir más que los hombres con aquella modestia y devoción que corresponde: y para que algún eclesiástico pueda ir exhortando al pueblo acerca del arrepentimiento que debe tener de sus culpas y que imploren verdaderamente la divina clemencia en el grave conflicto en que nos hallamos por dicha escasez de lluvia, líbrese oficio al Sr. Vicario, Juez ecco. Ordinario de esta villa.”
La administración del Santuario a cargo de D. Francisco Ortega y Tena (90) no era la mejor; había llegado la hora de su decadencia y de ello nos da idea la solicitud dirigida en 26 de Octubre al Obispo Prior de San Marcos de León. “Los vecinos de esta villa, dice, devotos de María Santísima de Guaditoca, que abajo firmamos, a V.S. Ilma, con el debido respeto decimos: Que D. Francisco de Ortega y Tena de esta vecindad, corre con la administración de este Santuario, extramuros de esta Villa, por derecho de sangre: pero con dolor de los que representan han visto que se ha vendido una joya preciosa (91) en la villa de Cazalla para la Virgen del Monte, las piñas o perillas y el cascarón de las andas de plata: Que está la Ermita para arruinarse y que los portales, que servían para la feria, se han demolido y vendido sus materiales. El referido Santuario ha sido y es objeto de devoción de esta dicha Villa y pueblo comarcanos. Pero hay muchas limosnas detenidas, y lo más se retraen de darlas por no hacer entrega de ellas al actual mayordomo; por cuya causa el culto de la Señora decae y vendrá su Ermita a exterminarse. En buena hora que Don Francisco de Ortega y Tena continúe con el patronato que le corresponde; pero las limosnas voluntarias que ofrezcan los fieles ¿han de estar detenidas porque temen de su legítima inversión? Si hubiera un mayordomo que recaudase estos fondos, el culto de la Señora sería con el mismo fervor que hasta que ha entrado en manos del actual mayordomo; y las limosnas se aumentarían, viendo el pueblo que se distribuían en la mayor decencia y adorno de la Señora y su templo: por lo que – Suplicamos a V.S. Ilustrísima que en vista de lo expuesto, como cierto y constante, se sirva, sin perjuicio del patronato al actual poseedor, dar sus facultades para que el Cura párroco de Santa María, a quien corresponde el Santuario, o el Ayuntamiento de esta Villa nombre mayordomo que recoja las limosnas y con la debida cuenta y razón las distribuya en obsequio y culto de la Santísima Virgen de Guaditoca; favor que esperamos de la acreditada bondad y justificación de V.S. Ilustrísima.

Guadalcanal y Octubre 26 de 1824.
Ilmo. Sr. = Francisco Barrera.- Francisco Morente.- Juan Rivero.- Tomás Cordo.- José Romero.- Antonio Beloso.- Diego Flores.- José Nogales.- Francisco Rivero.- Juan Llanes.- Diego Béjar.- Diego Nuñes.- Salvador Cabeza.- Joaquín San.- Joaquín Llorca.- Joaquín de Gálvez”.
En Berlanga, estando en Santa Visita el Obispo-Prior dio comisión en 5 de Noviembre al Sr. Cura de Santa María para que comprobase los extremos de la anterior exposición (92).
No era la situación lo más a propósito para cuestiones de competencias de jurisdicción, los esfuerzos de todos, dirigidos por rectas y elevadas miras, hubieran bastado para devolver al Santuario parte, al menos, del esplendor de que gozó en el siglo anterior; lejos de eso encontramos una pendencia, que por la ocasión, y por el lugar en que se suscitó no era edificante; se volvía a las antiguas disputas sobre jurisdicción entre los Curas de Santa María y Santa Ana.
En 21 de Abril de 1826 celebró sesión el Ayuntamiento para acordar la traída de la Santa Imagen implorando del Señor remedio para la sequía que asolaba los campos. Asistían a la sesión el Cura propio de Santa Ana, D. Juan Lino Palacios, y el Ecónomo de Santa María, D. Antonio Rodríguez. El primero dijo “que no estaba conforme con la práctica observada en esta villa de pasar con Nuestra Señora de Guaditoca por su demarcación, que principia en el Convento del Espíritu Santo, donde la Señora hace descanso, con la Cruz de Santa María alzada, presidiendo su Cura o Ecónomo al Propio de la de Señora Santa Ana”; se opuso el Ecónomo a tal pretensión en fuerza de la costumbre, oponiéndose a que se “innovase cosa alguna, sin resolución superior; tan más cuanto en tal función solo el Cura y Clero de la Parroquial de Santa María son los que vienen en costumbre de traer la Señora desde su casa al citado Convento y cuando de este punto se traslada a la Parroquial de Santa María, siendo ya como procesión general, concurren todas las Comunidades con inclusión de la de Señora Santa Ana, presidiendo a todos el Párroco de Santa María, y por lo mismo entonando y haciendo las funciones de tal presidente. Después de varias contestaciones de los referidos Párrocos en respectiva oposición sobre ello, no estándose en caso de poderse con terminante resolución superior hacer declaración alguna del derecho, que pertenecer deba a cada uno de los expresados Párrocos, ni pudiéndose en la premura del indicado tiempo y de la necesidad de la traslación urgentísima de dicha Señora; el Ayuntamiento, conciliando cuanto debe en tales casos, debía acordar y acuerda: Que se siga la costumbre hasta aquí observada sin innovarse cosa alguna por los Señores dichos Párrocos que hallaban presentes; pero que esto sea y se entienda sin que este Acuerdo pueda causar el menor perjuicio, ni decir tendencia al derecho que los respectivos párrocos puedan tener en sus respectivas pretensiones acerca de las cuales se les invita a que, fuera de la presente urgencia y en término de un mes, usen de su derecho para evitar en lo sucesivo disputas como la presente, en inteligencia de que a pesar de ser peculiares de dichos interesados el uso de los recursos oportunos sobre tales pretensiones, si transcurso que sea dicho mes, no usan de ellos y se sirviesen manifestarlo a este Ayuntamiento, hará él mismo por sí el recurso de consulta sobre el particular a su alteza el Real Consejo de órdenes, suplicando al mismo tiempo, que no teniendo a bien resolverlo sin audiencia de los interesados, se digna mandar se les emplace sobre ella o disponga lo que fuere de su superior agrado".

Hoy, suprimidas las parroquias de San Sebastián y Santa Ana, han desaparecido las causas que en tiempos pasados motivaron estas cuestiones.
Alguna reparación se hizo en el Santuario por los años de 1830 al 1832, durante las cuales se recorrieron los tejados y se pusieron cristales en las ventanas del Camarín, gastándose en todo ello "diez fanegas de cal y cien clavos de alfagía; todo lo cual vino a importar mil y pico de reales, que costeó por devoción Francisco Barrera (93) La obra, pues, no paso de un ligero reparo. ¿Y el producto de la venta de la joya de la Virgen, la venera que regaló el Marqués de San Antonio, y de la parte de las andas?
Los justos lamentos y la súplica de los devotos de la Virgen no fueron por desgracia atendidos, y de día en día las cosas había de ir bajando precipitadamente por el plano inclinado en que ya se encontraban. La mano que las detuviera faltó.