miércoles, 10 de febrero de 2010

Capítulo VIII (2ª Parte)

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Nombró por Patronos de la Capellanía, al Cura de Santa María y al Guardián del Convento de San Francisco.
Entre los legados, dejó 200 reales para el Santísimo Sacramento y “otros doscientos reales a mi Madre y Señora de Guaditoca, para ayuda a que se hagan unas vinagreras de plata.” (61)
El día primero de Noviembre de 1755 se sintió en Guadalcanal un terremoto, que llenó de consternación al vecindario, que presuroso acudió en demanda de protección y amparo a su celestial Patrona la Virgen de Guaditoca; la cual no desoyó los ruegos y súplicas de sus hijos. La villa consignó en sus actas de Cabildo su gratitud a tan excelsa Abogada, y acordó celebrar fiesta de acción de gracias, por auto de 11 de Noviembre, que dice así:
“Los Señores Justicias y Regimiento que abajo firmarán, juntos en su sala capitular como es costumbre, dijeron que día primero de este mes a las diez de la mañana, se experimentó en esta villa un temblor de tierra considerable y dilatado; pero gracias a Dios no sucedió desgracia alguna, ni ruina en los edificios, cuando en muchos lugares distantes y cercanos de esta villa han sucedido muchísimas desgracias en personas y edificios; y reconocido este pueblo a tan gran beneficio, que cree haber recibido, por intercesión de su patrona y abogada María Santísima de Guaditoca, y para manifestar este reconocimiento y dar gracias a nuestro Señor y a su Madre benditísima, se conformaron sus mercedes en que se traiga a esta villa la dicha Imagen en la misma forma que otras veces, para colocarla en la Iglesia mayor y hacerle un novenario con asistencia de la Villa y las cuatro Comunidades; y para disponer lo que sea necesario para el mayor culto y veneración de tan milagrosa Imagen, nombraron por comisarios sus mercedes a los señores don Andrés y don Ignacio de Ortega, Cristóbal Jiménez Caballero, D. Diego Maeda, D. Francisco Venero y Alonso López de la Vera, Regidores de este Ayuntamiento, quedando del cargo de sus mercedes el dar recado a los señores Curas y Guardián de las tres parroquias y convento de nuestro padre S. Francisco, como así mismo el dar aviso a las Hermandades de nuestra Señora de las villas de Berlanga, Valverde y Ahillones. Y se dará recado al Patrono de dicha Imagen.”
Por su parte el Clero de Santa María tomó acuerdo, años después, para manifestar su gratitud al Señor.
El acuerdo de la comunidad, se tomó en 1º de Noviembre de 1759, a propuesta del Párroco D. Juan de Ortega, quien así habló: “Señores; no duden vuestras mercedes los beneficios que debimos a Dios, día de todos los Santos del año de cincuenta y cinco, pues amenazados de la ira del Señor, demostrada por el terrible y espantoso temblor de tierra y con el azote de su divina justicia levantado para descargarle sobre nosotros por nuestras culpas, vimos que, cuando esperábamos por instantes ser destruidos y aniquilados de su poderosa mano, experimentamos prontamente convertido su justo enojo en piedades y misericordias; y siendo debido el que nos mostremos agradecidos de algún modo, era de sentir que en acción de gracias (si le pareciese a la Comunidad) se cantase perpétuamente una Misa con Cristo Sacramentado y se hiciese con su Magestad una procesión alrededor de la plaza, haciéndose en ella dos altares, respecto que este fin contribuye la villa con su limosna, que es de diez y seis reales de vellón, que libra para cera el Administrador de propios, que se han de entregar al Mayordomo del Santísimo; pues así parece que lo ha acordado en su Ayuntamiento. A que todos conformes respondieron que era muy justo y arreglado; y así que, dando la Villa la expresada limosna, se hiciese y estableciese perpétuamente.” (62)
Se trajo la Santa Imagen de Nuestra Señora, en cumplimiento del acuerdo de la Villa, y han llegado a nosotros dos actas de la traslación.
La primera dice así:
“Francisco Morales Cejuela, Presbítero, Notario apostólico con aprobación ordinaria, certifico, doy fe y testimonio de verdad a los señores que el presente vieses, como hoy día de la fecha, siendo como a horas de las once de la mañana del día de la fecha, vi que el Licenciado D. Juan de Ortega Ponce de León, Cura de la Parroquia mayor de esta villa, con la Comunidad de dicha Parroquial y cruz alta, salieron a recibir a Nuestra Señora de Guaditoca, que se traía a este pueblo por el bienestar de no haber padecido desgracia alguna en el temblor de tierra que últimamente se padeció el día primero de este presente mes; y vi que procesionalmente dicho Cura con capa, estola, cruz alta y la Comunidad de dicha parroquial entraron con dicha Imagen en el Convento del Espíritu Santo, en donde dejaron dicha Imagen. Y para que conste, a petición de dicho Cursa, doy el presente que signo y firmo en la Villa de Guadalcanal a trece de Noviembre de mil setecientos cincuenta y cinco años = En testimonio de verdad, Francisco Morales de Cejuela.”
Al día siguiente levantó otro acta de la traslación de la Venerada Imagen a la parroquia mayor, y dice así: “Francisco Morales Cejuela... doy fe como hoy día de la fecha vi que la Imagen de Nuestra Señora de Guaditoca bajó desde el Convento del Espíritu Santo a la Iglesia parroquial mayor de esta Villa, a quien acompañaron las Comunidades eclesiásticas de esta Villa; y tanto en la Iglesia de dicho Convento, como en la procesión vi presidir con estola y capa a el Ldo. D. Juan de Ortega, Cura de dicha parroquia mayor, de cierta ciencia y paciencia de los otros dos Curas y sin que lo contradicieran: y a pedimento de dicho D. Juan de Ortega doy el presente que firmo y signo en la Villa de Guadalcanal a catorce de Noviembre de mil setecientos cincuenta y cinco = En testimonio de verdad, Francisco Morales Cejuela”. (63)
En 1757, se trajo la Santa Imagen por necesidad de agua.
En 29 de Abril de 1759, falleció D. Nicolás Ortega y otorgó su mujer en 24 de Junio (64) siguiente testamento a su nombre, en virtud de poder que uno y otro otorgaron ante Francisco Muñoz Durán, escribano en 1º de Diciembre de 1749, para que el que sobreviviera de los otorgase testamento; “porque en buena salud nos comunicamos uno a otro nuestra última voluntad y todas las cosas que para el descargo de nuestra conciencia convenía se practicaran después de nuestro fallecimiento, dedicadas a obras pías y fundaciones, mandas y legados y todo lo demás que tuvimos por conveniente para el bien de nuestras almas.”
El testamento es de sumo interés. ¡Lástima que dificultades de todo orden como surgieron, ya en vida de la viuda, que pasó a segundas nupcias casando con D. Diego de Morales, ya por parte del gobierno que se incautó de cuantiosas sumas, impidieran el cumplimiento de la voluntad de D. Nicolás de Ortega!
Entre otras mandas y legados píos, dejó ciento cincuenta ducados al convento de San Francisco de la villa “con el cargo y obligación de mantener en él un religioso erudito, apto y útil para educar en buenas costumbres y rudimentos de nuestra Santa fe y enseñar la gramática a religiosos y a todos los hijos de este pueblo que quieran estudiarla; nombrando por patronos a los Hermanos mayores de la Hermandad del Sr. San Pedro, y por Administrador al Mayordomo de la misma: y que se diesen en cada un año otros doscientos ducados al mismo convento “con la obligación de mantener en él, el tiempo que fuese regular de cada año, cátedra de filosofía para los religiosos de la provincia y para todas las personas vecinas de esta villa que quiera estudiarla.”(65)
Por escritura de 1º de Noviembre de 1756 había fundado una memoria de tres Misas cantadas en el Convento de S. Francisco gravando una parte de casa que tenía en la calle San Sebastián con un ceso de 900 reales de principal y 27 de renta anual.
La cláusula referente al Santuario de Guaditoca dice así: “También me comunicó que respecto de que la administración de la ermita de Ntra. Señora de Guaditoca le pertenece a D. Pedro de Ortega y Arjona, para la que necesita la casa que por sus legítimas tocó a dicho mi marido con puerta y tribuna a ella, se le dé por vía de legado, después de los días de mi vida: pues estos durante he de poder usarla y disfrutarla, y después gozarla por la suya solamente; la que faltando pase a el sucesor de dicha administración con el huerto, vegas y demás pertenencias: y así ha de ir de unos en otros sucesivamente, y por si por algún caso perdiere este derecho y saliese de la familia, fue su voluntad pase el goce de dicha casa, vegas y huerta a dicha milagrosa Imagen; para que con su alquiler se ayude a su mayor culto: lo que declaro así para que conste.” (66)
Esta casa, tan necesaria para atender y asistir al Santuario, ha sido vendida; así como las tierras que con tan elevado fin dejó D. Nicolás: habiendo estado algunos años sin santero la ermita hasta que se habilitó con este objeto el portal adosado al muro sur del Templo.
¡Tan sin piedad ha sido tratado el Santuario en el siglo XIX!
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