jueves, 29 de enero de 2009

CAPÍTULO I

Aparición de la Santa Imagen de Nuestra Señora de Guaditoca.- La piedra de la aparición.- Devoción de Guadalcanal y pueblos de la comarca.- Época de la aparición.- El Niño Bellotero, Patrono de Valverde.- Visita de 1628.- Acuerdo de la Villa en 1637.- Donación de D.ª Catalina de Ortega.

A unos ocho kilómetros de Guadalcanal, en un hermoso valle que riega el Guaditoca, se alza el Santuario de la Virgen de Guaditoca, la Patrona de Guadalcanal y de los pueblos comarcanos. Hoy, como hace siglos, es lugar de cita de los devotos de tan buena Madre y poderosa Abogada; y al pié de su trono acuden unos a implorar su protección, otros a mostrar su agradecimiento. El nombre bendito de Guaditoca lo llevamos grabado en el corazón los hijos de aquella tierra, y de nuestros labios brotan espontáneamente sus alabanzas: como a tierna Madre la amamos, que así nos lo enseñaron en el regazo materno, y por lejos que estemos de aquel lugar, que Ella eligió para poner el trono de sus misericordias, hacia él dirigimos nuestra mirada y para él son los afectos más encendidos del corazón.
Una tradición no interrumpida nos dice que en la peña que bañan las aguas del Guaditoca apareció la Santa Imagen a un humilde pastor. El autor de la Historia de la Casa de Herrasti, en la Casa VIII, (1) en que trata del linaje de los Ortegas de Guadalcanal, con cuya familia estaba emparentado, dice lo siguiente: “Nuestra Señora de Guaditoca, milagrosísima Imagen, aparecida a las orillas de un pequeño arroyo, en cuyas márgenes la vio por primera vez un afortunado pastor, tocando con las extremidades de sus tocas, las dichosas cristalinas aguas: cuyo suceso dio la etimología a su advocación sagrada”. Disentimos de este autor en lo referente al nombre de la Santa Imagen, pues creemos que tomó el nombre del arroyo Guaditoca en cuya orilla se apareció. (2) Señala con más precisión el lugar de la aparición el cura de Santa María de Guadalcanal D. Bartolomé Díaz, en un informe que dio, a petición del Consejo de las Órdenes en 1722, y dice acerca de la tradición: “Que en los archivos eclesiásticos y seculares de esta Villa no hay papeles algunos por donde conste el origen de la Santa Imagen de Nuestra Señora de Guaditoca; pero es tradición antiquísima, que ha venido de unos en otros, que esta milagrosa imagen fue aparecida al sitio de la Vega del Encinal, término de esta Villa (de Guadalcanal), en una peña, inmediata al arroyo de dicha Vega; y poco distante se le fabricó una ermita muy corta y sin la decencia correspondiente, en tierras en que sucedió D. Alonso Carranco de Ortega…(3)

Aun se conserva la peña de la aparición y junto a ella hay un sencillo pilar que sirve de base a una Cruz, y que recuerda la singular merced de la Madre de Dios. Sobre la piedra es colocada la Santa Imagen al salir del Templo en procesión y antes de su entrada mientras canta la Salve el pueblo. Nos es desconocido el nombre del pastor, a quien se apareció la Virgen bendita; pero su memoria vive en los devotos de tan excelsa Señora.
Pronto se extendió por Guadalcanal y por los pueblos circunvecinos de la región extremeña la buena nueva del hallazgo de la Imagen; y como la Virgen Santísima se complacía en atender con benignidad a los ruegos y súplicas de sus devotos “siendo en toda la comarca el asilo de las necesidades comunes, y el más eficaz remedio para todo género de males” (4); movidos éstos por la piedad y vivísimo amor, edificaron, no lejos del lugar de la aparición, una Iglesia de sencilla construcción, la misma que, aunque dedicada a usos bien ajenos a la voluntad de los que la labraron, aún se levanta cerca del Templo actual.
De aquí arranca la devoción a la Virgen bendita de Guaditoca, y el título de Patrona con que el pueblo de Guadalcanal la ha honrado y venerado; siendo desde aquel instante remedio eficaz en las necesidades, alivio seguro en sus aflicciones, consuelo y refugio de pecadores, abogada e intercesora fidelísima. Ante su altar se postran sus hijos en las horas difíciles; a ella acuden en sus necesidades; su nombre es sostén de los débiles, esperanza segura de los oprimidos; a Ella ofrecen las lágrimas y de Ella reciben la paz y la alegría. Es Madre, Reina y Señora de los hijos de Guadalcanal, su honra más legítima, y el encanto más puro de sus corazones.
¿Cuándo tuvo lugar la aparición de la Santa Imagen?. Difícil es poderlo precisar con exactitud. Una tradición, que aún vive en el pueblo, puede ayudarnos a fijar un tiempo en el que ya existía el Santuario. Dice la voz del pueblo que el Santuario estaba en el límite del término de Guadalcanal con Azuaga, y que ambas villas se disputaban la pertenencia del Santuario, quedando en poder de los de Guadalcanal por favor especial de la Virgen bendita. Es cosa cierta que hubo un tiempo en que en el Santuario se partían los términos de ambas villas, hasta que D. Enrique, Infante de Aragón y Gran Maestre de la Orden de Santiago cedió a Guadalcanal en 10 de Abril de 1428 por privilegio refrendado por Gonzalo Ruíz, una parte del término de Azuaga, en atención a la muy crecida población de Guadalcanal, siendo corto su término, y a la escasa de las villas de Reina y Azuaga, que tenían gran extensión de tierras. (5) Por tanto, anterior a este privilegio es el antiguo Santuario, muy próximo al actual, y ambos al sitio de la aparición, que aún podemos ver, aunque convertido en casa de labor en la actualidad, y cuya fábrica, muy modesta por cierto, revela que es obra del siglo XIV.
Hemos sospechado sin en aquellos alrededores hubo alguna antigua población, perdida más tarde; no falta restos de edificaciones en los contornos y tal vez no quedará en pié otro edificio que el templo, como ocurre dentro del territorio de la Diócesis de Sevilla con algunos Santuarios venerados, como el de Villadiego en Peñaflor, Setefilla en Lora y Cuatrohabitan en Bollullos de la Mitación, por solo citar algunos.
Recuerdo de la antigua devoción de la Cruz, llamada del aceite, y aún se puede ver en el pilar que la sustenta el depósito donde toda la arriería, que conducía aceites a Extremadura, tenía la piadosa costumbre de echar una cantidad, aunque fuera corta, con la que se tenían siempre vivas las lámparas del santuario.
La venerada Imagen es una hermosa escultura de vestir, de rostro un poco alargado; tiene una gravedad severa al par que dulce, que atrae reverente a quien la mira, infundiendo respeto, amor y confianza filial; la frente es ancha y despejada, las cejas menudas, negras y arqueadas; los ojos negros y grandes con mirada tan agradable y serena que subyuga y llega hasta lo hondo del alma; la nariz larga y afilada; la boca pequeña y los labios finos y encendidos; teniendo junto a la boca en el lado izquierdo un lunar, que da expresión de singular belleza a todo el rostro.
Las diversas restauraciones que ha sufrido la santa Imagen, y en especial la última, hacen que haya perdido el carácter de antigüedad y la pátina que los años imprimen en las esculturas.
La Imagen del Niño Jesús, llamado el Bellotero, aunque ha sufrido también restauraciones, conserva aún rasgos característicos, dignos de atención. Está tallado en madera de encina y de su dorada túnica solo conserva la fimbria, habiendo sido destruido lo demás; el rostro, aunque repintado y con ojos de cristal, conserva las líneas puras y severas de las esculturas góticas, así como las manos, cuya diestra bendice a la griega y cuya izquierda oprime dulcemente un pajarito. Está colocado actualmente sobre una peana de encina tallada.
¿Estuvo en lo antiguo la Imagen de la Virgen sentada y con el Niño de pié sobre las rodillas y sostenido por las manos de la Señora?