domingo, 6 de noviembre de 2011

"El Santuario de Ntra. Sra. de Guaditoca" Cap. XV (I)

Ofrecemos la primera parte de la ultima entrega del libro de Antonio Muñoz Torrado sobre el Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca.

En 1851 hizo la santa Visita en Guadalcanal D. José Gómez y Fernández, Cura propio de Bienvenida y Visitador nombrado para la Villa por el Gobernador eclesiástico del Territorio; invitó a D. Francisco de Ortega a que presentara el libro de asientos de las Visitas anteriores del Santuario de Guaditoca, y dicho D. Francisco dirigió al Visitador un memorial, en 13 de Junio, en el que dice: “he registrado mis papeles y he hecho cuantos esfuerzos han estado a mi alcance en la búsqueda de dicho libro, y todos han sido inútiles, pues no he encontrado documento alguno a que remitirme, por lo que infiero que en el año de treinta y seis, cuando la invasión de Gómez, que entró la columna en esta Villa, en una papelera que me quemaron, tal vez estaría dicho documento.” Suplicó al Sr. Visitador que el auto de su Visita lo insertara a continuación de su petición, y que diera licencia para seguir celebrando el Santo Sacrificio en el Santuario, sometiéndose a lo que resulte a favor o en contra de los referidos asientos anteriores de cuentas, y que se hagan constar las cantidades gastadas por mí en dicho Santuario.”
A diez y seis del mismo mes se personó el Cura de Bienvenida, con asistencia del Secretario de Visita, D. José María Prieto, en el Santuario, y dio licencia hasta la siguiente Visita, para celebrar el Santo Sacrificio. (99)
En el mismo día hizo que compareciese D. Francisco de Ortega a rendir las cuentas, y las presentó éste firmadas en el día 13, “careciendo de cargo, pues las únicas utilidades que se alcanzaban eran las que por el testimonio adjunto presento. (100) Este, desde que se estableció el Gobierno representativo, no se ha llevado a efecto por la razón de que solo residen facultades en las Cortes para imponer derramas en los pueblos”. Importaba la data 8.803 reales a favor del Administrador del Santuario, cuya cantidad aparece invertida en obras en la Ermita, menos 170 reales pagados a la Comunidad de Santa María por derechos parroquiales y cera.
Aprobó el Visitador las cuentas, y “como dicha Imagen y Santuario tenga vestiduras y alhajas al cuidado de este Patrono, deberá formar a continuación inventario de todas ellas, a fin de que todo esté con la conformidad que corresponde”. (101)
Llama la atención que no hubiera ingresos, cuando en el siglo anterior hemos visto poseer la Santa Imagen algunos bienes. En el tantas veces citado Expediente encontramos algunas noticias de la suerte que corrieron éstos.
En la escritura de dominio de los bienes del Patronato, y como bienes libres, aparecen incluidos el censo de 8.000 reales de principal que se adjudicó a la Virgen por D. Juan Pedro de Ortega; la casa grande, junto a la Ermita de Guaditoca, y otra casa inmediata a la huerta. (102) Don José Yanes Cabezas, Presbítero, declaró en el mismo Expediente (103), “que le consta, por haberlo visto, que había tres calles de portales, denominada la primera calle de Guadalcanal, la segunda de Azuaga y la tercera, que hace frente al arroyo de Guaditoca, unida al mismo Santuario, el cual tenía una puerta, actualmente tapada con material, que comunicaba con dichos portales, cuya puerta de dos hojas fue quitada por D. Francisco Ortega y Ayala y colocada a la entrada del patio: Que de todos estos portales solo existe el que da frente al arroyo y los demás están destruidos, en cuyo terreno dicho, a excepción de la calle de Guadalcanal, el referido don Francisco ha formado una cerca, y de los materiales hizo el cuarto del horno y gallinero, y que parte de ellos fueron vendidos a D. José Yanes Gil, presbítero, albacea de don José León, presbítero, para reedificar el portal que existe sobre la puerta principal, el cual era de cañizo y se le puso de alfajía y ladrillos, tal como hoy está; advirtiendo que D. Francisco Ortega y Ayala no ha destruido todos los portales, pues algunos se vinieron a tierra con los temporales: Que no solamente la cerca hecha por D. Francisco contiene parte de los portales, sino también terrenos del Ejido, conocido con el nombre de Guaditoca, como consta por un título de Capellanía que posee el declarante expedido por el Lcdo. D. Joaquín Casquete de Prado, Provisor ecco. de Llerena, fecha cinco de Enero de mil ochocientos quince, cuyo título está en su poder: Que respecto a las casas solo ha conocido una contigua a la Ermita, que existe con tribuna a la Iglesia, la cual recuerda haber oído leer un documento en que había una cláusula que decía que por evento la administración de la Virgen de Guaditoca salía de la familia de los Ortegas, quedase dicha casa a beneficio de la Virgen (104), y siendo esa la del huerto, cree el declarante que sea una de las del Catastro. También sabe que en el mencionado huerto había una cuadra y pajares donde los ermitaños colocaban sus caballerías y paja, los que hoy se han agregado a la casa grande por venta que de ellos hizo D. Francisco Ortega y Ayala a Antonio Muñoz, vecino de esta; otra de las que ha conocido, y existe, es la denominada casa grande que hoy poseen Antonio Ribero Muñoz, ya referido, y D. Ignacio Martínez; otras dos, unidas en la esquina de lo que hoy tiene por huerto el dicho Ribero Muñoz, en las que el padre del declarante colocaba los cerdos y caballerías infestadas de muermo, pagando el alquiler al referido Ortega y Ayala, que ya están destruidas; otra que también conoció el declarante, con el nombre de los Caldereros, que estaba al principio de los portales de la calle de Azuaga, que tampoco existe; otra lindando con el arroyo de Guaditoca, la cual existe un la tienen en arrendamiento los dos hermanos López Rubio.”
En el año 1854, a 30 de Enero, exponía don Francisco Ortega al Gobernador eclesiástico de Llerena, “que siendo muy reducidas la longitud y altitud de las andas, en que en ocasiones que sale Nuestra Señora en procesión y demás funciones, intenta reformarlas y dilatarlas y hacer todo lo necesario para que dicha Imagen con su peana sea colocada en dichas andas, y aunque por Real provisión se halla autorizado para exclusivamente disponer en todo aquello que concierna al esplendor de aquel Santuario y sus efectos, si bien con recta administración, sin embargo, no quiere proceder a dar esta paso sin ponerse de acuerdo, previamente, con la autoridad eclesiástica.” Suplicaba por ello, licencia para la reforma de las andas. (105)
No es caso de comentar la anterior solicitud: la parte de derecho, que se alega, suficientemente aclarada está en las paginas anteriores; y en cuanto a la reforma; baste decir que dio motivo a un largo Expediente gubernativo de oficio instruido en averiguación de los bienes y demás pertenencias de Ntra. Sra. de Guaditoca, del cual hemos tomado muchos datos para este trabajo.
La reforma de las andas, mejor dicho, su sustitución por otras, la explica D. Francisco en los siguientes términos en el Expediente (106)
“Acompaño la cuenta de las andas viejas de la Virgen, las cuales estaban sumamente cortas y de mala construcción, por cuyo motivo pedí la orden de autorización que acompaño, para su reforma y otros gastos que tenía que hacer, como componer las ropas; mas como quiera que la cantidad tomada por mí está justificada con la certificación que acompaño del Contador de la Casa de moneda, y ésta no era suficiente para otras andas de plata de la altura y dimensiones que se necesitaba para que la venerada Virgen saliera con la decencia debida y era indispensable hacer otros gastos de peana, componer las ropas. Etc., tomé el partido de mandar hacer las que tiene la Sra. con su peana, a imitación de las demás Imágenes que salieron en procesión en Sevilla, gastando más cantidad de la que tomé, según recibos de varios artistas que presento, no poniendo en la cuenta el demás gasto que hice en componer varias cosas para la Virgen”.
La venta del riel de plata, importó 3.408 reales y 12 maravedís, según certificación del Contador de la Casa de moneda de Sevilla, dada en 16 de Mayo de 1854 a petición del vendedor D. Francisco de Ortega (107); sin que conste si en esa plata estaba incluida la corona, cetro y media luna de la Virgen; si bien las declaraciones que obran en el expediente confirman la pérdida de esas alhajas; parte del dinero, según comprobantes que obran en el expediente, se invirtió en otra corona y media luna. Desde luego perdiéronse definitivamente alhajas de valor para sustituirlas con lo siguiente: una peana, bastidor para el palio y molduras, cuyo importe fue de seiscientos reales; damasco de seda carmesí, tafetán y muselina, cuatrocientos veintitrés reales; encaje dorado, cintas de seda y algodón, y hechura, ciento sesenta reales; cuatro varas plateadas, una corona y una media luna, compradas en la fábrica de objetos imitados de plata y oro del Sr. Isaura, de Sevilla, dos mil trescientos reales. (108) No se dilataron las andas, como se decía en la solicitud al Gobernador del Priorato, sino se sustituyeron por otras de tan ínfima clase que, al restablecerse la Cofradía, una de las primeras cosas de que cuidó fue de costear un paso para nuestra Señora de Guaditoca.
Pero junto a estas páginas, que causan tristeza en el ánimo, pueden escribirse otras que consuelan el espíritu: la piedad de los devotos de la bendita Virgen de Guaditoca reaccionó, y testimonios de su generosidad hay, muy abundantes, en el Expediente de 1865: solo citaremos algunos.
Declaró D. José Yanes, Presbítero, que siendo apoderado de D. Francisco Ortega y encargado por éste de todas las alhajas, ropas y efectos de la Virgen, era “público el esmero con que cuidaba de todo lo concerniente a dicha Imagen, hasta el punto de haber excitado la devoción del pueblo y recogido limosnas con las cuales se compró el estandarte nuevo, se concluyó la cristalera, se hizo la mampara y algunos reparos en el edificio; para cuya obra solo dio el Patronato media arroba de vino de gratificación al alarife Antonio María Ribero” .(109) Éste, por su parte, declaró “que por los años de 1845 hasta el 54, ambos inclusive, con sus cuatro hijos, José, Juan, Antonio y José Rafael, y su mujer Josefa Palacios, todos los años han hecho una semana de trabajo en el Santuario de Guaditoca, en cumplimiento de promesas que tenían hecha a la Virgen: levantando en el primer año parte de la media naranja de la Ermita, que tenía hundidos dos limatones sobre la misma bóveda: que en el mismo año 1855, luego que regresó de la Habana un hijo del mismo, que había sido soldado, y en cumplimiento de otra promesa suya y de su familia, echaron otra semana de trabajo en la Ermita; para cuya obra él mismo pidió limosna a los caleros del pueblo la cal que se necesitó para las obras mencionadas, y las tejas, ladrillos y madera se tomaron de los portales ruinosos a presencia de Don Francisco Ortega; trabajando también los peones Rafael Blandes y Juan Núñez”.