lunes, 23 de noviembre de 2009

Capítulo VI: 2ª Parte

El Marqués pago a su hermano el alcance que arrojaba la cuenta a favor de éste; y al pie de ellas puso el correspondiente testimonio del recibo de la cantidad. “Recibí de mi hermano el Marqués de San Antonio, los trescientos y ochenta y un reales vellón que tenía suplidos en las obras que de mi orden si hicieron en la Iglesia de mi Señora de Guaditoca, como consta de la cuenta de las antecedentes. Guadalcanal y Junio 8 de 1743.- Nicolás Ortega y Tolero.”

Dejamos antes de tratar, para hacerlo ahora, de la sequía de los años de 1733 y 1734. Fueron nombrados en el primero de los citados años Comisarios: D. Andrés de Ortega, D. Cristóbal Jiménez, D. Alonso Maldonado, D. Álvaro de Ayala, D. Gómez de Córdoba y Agustín Gálvez, disponiendo la Villa por su auto de 4 de Abril “la asistencia de las Cofradías de los lugares inmediatos, a quienes se dé noticias y se despache propio.”
Nueva necesidad hubo en el siguiente año y en 30 de Marzo se acordó traer la soberana Imagen “y además de los motivos expresados para ten devoto recurso, concurre la guerra tan sangrienta entre los príncipes cristianos de Europa, debiendo todos pedir por su extinción y sosiego para la mayor exaltación de nuestra Santa fe.”

Se mandó avisar a las Cofradías de los pueblos de la comarca y nombraron los comisarios, quienes de acuerdo con D. Nicolás Ortega, convinieron en destinar las limosnas para alguna alhaja del mayor adorno y culto de la Virgen y Señora de Guaditoca.
Muy al pormenor nos cuenta D. Ignacio de Ortega lo ocurrido en la declaración que puso a continuación de las cuentas de su primo don Nicolás.

“Declaro yo D. Ignacio Ortega, vecino y regidor perpetuo de esta Villa, que por Abril de 34 hallándose el Común de esta Villa y demás sircunvencias muy aflijido con la carestía de el trigo y falta de agua, se resolvió por el Ayuntamiento de esta Villa, con dictamen de las Comunidades eclesiásticas y de D. Nicolás de Ortega Toledo, mi primo, a cuyo cargo estaba el culto de la Imagen de Nuestra Señora de Guaditoca y la Administración de sus limosnas, el traerla en rogativa a la Iglesia Mayor de esta Villa, y para sus fiestas y solicitud de las limosnas nos nombraron por comisarios a don Álvaro de Ayala, D. Alonso de Cabrera, Fernando de Gálves y a mí. Y procurando entregar el producto de las limosnas del petitorio a el dicho D. Nicolás, se convino gustoso en lo que restare, bajados los gastos, lo aplicásemos para alguna alhaja del mayor adorno y culto de Nuestra Señora; y pareciéndonos muy precisas unas andas de plata, se lo propusimos a el dicho D. Nicolás, en lo que se conformó muy gustoso; ofreciéndonos a nuestra disposición una lámpara quebrada, que tenía Nuestra Señora y las limosnas que produjesen las ferias (bajados los gastos regulares que en ellas se ofrecen) y dieren otros particulares hasta la conclusión de dichas andas, a cuya obra nos aplicamos con el mayor celo. Y con efecto recogimos en esta venida de Nuestra Señora mil ciento y treinta reales; en la feria de aquel año, libre de gastos, quinientos veinte y cinco; en el año de 35, seiscientos cuarenta y un reales; en el de 36, ochocientos diez y seis reales; en el de 37 (49), quinientos reales; en el de 38, setecientos doce reales; que todo importó 4.382 reales, con cuyo dinero y la plata de la lámpara se principiaron las andas y se hicieron cuatro columnas muy fuertes y preciosas, con una jarra en medio de ellas y una piña en el remate de cada una. Y con el motivo de haber fallecido don Alonso de Cabrera, uno de los Comisarios, y entibiado los compañeros en la agencia de las limosnas, se dió cuenta de todo a dicho D. Nicolás de Toledo, y además del estado en que dejábamos las andas y queda referido, le dejábamos a su disposición en poder de Cristóbal Trigueros, mercader de esta villa, trescientos y sesenta y seis reales en dinero, y 28 onzas de plata, pertenecientes uno y otro a Nuestra Señora; y para que conste en todo tiempo la distribución de las limosnas, que dejó a nuestro albedrío, lo firmé Guadalcanal a 15 de Junio de 1743 – D. Ignacio Ortega Ponce de León.”
La plata que estaba en poder de Cristóbal la recibió el Marqués, según anotan las cuentas de 1743. “Más es cargo cuatrocientos y veinte reales de el valor de veinte y ocho onzas de planta, que recibió mi marido de Cristóbal González mercader de esta villa, en quien las habían dejado los Caballeros comisarios, que durante su ausencia se encargaron de principiar las andas de plata para Nuestra Señora.” Al año siguiente se dieron al platero Oliveros ochocientos reales “para en cuenta de las andas de plata.”

Continuó el Marqués, a su vuelta a Guadalcanal, la obra de las andas, y “desembolsó, dice la Marquesa en el ajuste de cuentas que presentó a la Visita, mil setecientos y noventa y cinco reales, y deben abonarse para pagar ciento diez y nueve onzas y once adarmes de plata, que compró a quince reales para continuar la obra de las andas, a las que se le han puesto con ella cuatro eses, la guardilla de la cornisa por dentro, tornillos, ángeles y portezuelas, la cúpula, un ramos encima y una chapa para tapar los arcos.” Se encargó de la hechura Pedro Oliveros, Maestro platero de Llerena, quien declaró ante el escribano de la villa Miguel Jerónimo Escutia y dió carta de pago en 16 de Marzo de 1748, de haber recibido “mil doscientos treinta y ocho reales y medio y ciento diez y nueve onzas y nueve adarmes de plata... y que la hechura de todo con el gasto de barras de hierro y tornillos, y del carpintero que achicó la cornisa, importaba quinientos y noventa reales; y que rebajados de el recibo restaban en su poder seiscientos y cuarenta y ocho reales y medio, que se obligó a emplearlos en plata y en hechura de las obras de las andas, para cuyo fin se le entregaron.”

Hemos dicho que el Marqués se hizo cargo de la administración del Santuario en 1743, y siguió al cuidado de ella hasta su muerte en 1748, y de ella llevó apuntaciones en un libro del cual sacó después su viuda las partidas para formalizar sus cuentas. En esos años los ingresos rebajados los gastos, fueron los siguientes: en 1743 “habiendo fallecido el hermano José, ermitaño de Nuestra Señora, por no quedar entonces otro en la Ermita, se recogieron seis fanegas de trigo que tenía en ella, a precio de quince reales, y valen noventa”; al año siguiente quedaron en poder del Marqués “treinta y una fanegas de trigo y media, que recogió de la Ermita, por ausentarse los Ermitaños, que entonces había... y valen a razón de catorce reales, e importan cuatrocientos cuarenta y uno.” La limosna de la feria fue en 1743 de cuatrocientos noventa y cuatro reales; en 1744 de quinientos dos: en 1745 fue más crecida la limosna pues “en este año se cobraron ochocientos reales, fuera de gastos, que recibió Pedro Oliveros, platero de la Ciudad de Llerena, para en cuenta de las andas”; en el siguiente la limosna fue de 780 y por último en 1747 de 624 reales. Desde 1743 a 1747, ambos inclusive, en cada año se cobraron de la casa de la Virgen 99 reales; menos en 1746 que por haberse pagado los reparos no quedaron más que 77.

En estos años, a más de las cantidades que se dedicaron a las andas, hizo el Marqués algunos gastos de poca monta: en componer la corona de la Virgen, 28 reales; “también gastó ciento y ochenta reales en una yegua, que les compró a los ermitaños para que fuesen a recoger las limosnas por los lugares circunvecinos; más doscientos y cuarenta reales y medio en una reja que mandó traer de Sevilla, que pesa siete arrobas y se haya existente en mi poder, dice la Marquesa, para la ventana de la escalera del camarín de Nuestra Señora.”
Muy bien asistido estaba el Santuario en estos años, y a ello no dejó de contribuir la piadosa Marquesa, que con celo y largueza cuidaba de la Santa Imagen, y de todo lo concerniente al culto divino en Guaditoca: pero no se rendían cuentas, según era en deber el Marqués, y se le había preceptuado en el Real Título nombrándolo administrador.

Algunas gestiones debieron hacerse a conseguir que rindieses cuenta el Marqués, y de resultado negativo, por lo que el Vicario general de la provincia acudió al Real Consejo, recibiendo la siguiente carta de contestación:
“En carta de 8 de Enero próximo pasado de Vm. Cuenta al Consejo de que en otras ocasiones que ha visitado la Villa de Guadalcanal, se le ha dado noticia de que el Marqués de San Antonio se halla administrando, muchos años ha, el devoto Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca, que está en término de dicha Villa, sin que en tan dilatado tiempo haya dado cuenta en la visita eclesiástica, donde corresponde, ni en otra parte, de los crecidos caudales que entran en su poder anualmente; pues aunque Vm. le ha hablado en este asunto varias veces, no ha llegado el caso de sujetarse a cuentas, valiéndose de que solo está sujeto al Consejo: y que no siendo justo que se exima a dicho Marqués de una obligación tan precisa, para saberse el estado de dichos caudales, pide Vm. al Consejo tome providencia conveniente: y en su inteligencia ha acordado diga a Vm., como lo ejecuto, que apremie al expresado Marqués a que de estas cuentas, y que de lo que resultare, dé Vm. cuenta al Consejo, y lo participo a Vm. para su cumplimiento. Dios gue. a Vm. ms. a. Madrid, 16 de Febrero de 1748.- Martín de Lezeta.”

Recibida la anterior carta el Vicario general se dispuso a cumplimentarla; y de la dificultad que surgió con la enfermedad y muerte del Marqués en aquellos días, da noticias el auto siguiente: “En la villa de Guadalcanal a veinte y un días del mes de Marzo de mil setecientos cuarenta y ocho, el Sr. Licenciado don Diego Gómez de Tena del Orden de Santiago, Vicario general, Juez eclesiástico ordinario de esta provincia, dijo que en carta-orden de diez y seis de Febrero próximo pasado, de los señores del Real Consejo de las Órdenes, se le da a su merced la conveniente para que apremiase al Marqués de San Antonio a que dé cuentas de la administración de los caudales de Nuestra Señora de Guaditoca, que ha tenido a su cargo de muchos años a esta parte, cuya Real Orden llegó a tiempo que dicho Marqués se hallaba enfermo en la cama, de cuya enfermedad falleció sin poder dar dichas cuentas; y por cuya causa no se pudo poner en ejecución la real providencia: y debiendo darlas la Marquesa viuda y heredera de dicho difunto Marqués, para que esto tenga efecto y se venga en conocimiento de el tiempo de dicha administración, mandó su merced, se haga saber a dicha heredera exhiba el título de tal administrador, y que de él se ponga copia testimoniada a continuación de este auto, y que nombre persona con poder bastante que comparezca a dar dichas cuentas en esta audiencia luego y sin dilación, respecto a estar prevenida por medio de recados, que su merced le ha mandado con el presente notario y el teniente de Cura de la Iglesia Mayor; entendida dicha Marquesa que de no hacerlo con la prontitud que corresponde, serán de su cuenta las costas y salarios que causase su detención, pues los negocios de Visita se hallan evacuados. Y por este auto así lo proveyó, mandó y firmó = Diego Gómez de Tena.- Ante mí, Juan Gallego.”

En el mismo día la Marquesa presentó el título de nombramiento de Administrador del Santuario dado por Felipe V a favor de don Alonso de Ortega, y se copió a continuación del auto, firmando la Marquesa el recibo de haberse devuelto el original: presentó también una carpeta de cuentas del tiempo que D. Nicolás fue Administrador; y en 26 de Marzo la cuenta que abarcaba desde 1725 hasta la muerte del Marqués, al pie de la cual hay el siguiente resumen y advertencia: “De suerte que estas partidas importan veinte y siete mil trescientos tres reales y veinte y seis mrs., que conferidos con los diez y nueve mil ciento y cincuenta y cuatro del cargo, restan contra el Caudal de Nuestra Señora, y a mi favor como heredera de los derechos, deudas y bienes de mi marido, siete mil seiscientos cuarenta y nueve reales, salvo error; y juro en forma de derecho haber formado esta cuenta arreglada a los papeles y gastos que hizo y dejó mi marido.
Debiendo prevenir en cuanto al cargo, que todas las limosnas que recogían los Ermitaños en dinero, aceite, granos y otras especies, fuera de la cantidad cargada en esta cuenta, las expedían y consumían ellos en su manutención, aceite para las lámparas y alguna cera para las muchas misas que en el discurso del año se van a celebrar a dicha Ermita, sin tomárseles cuenta de estas limosnas a fin de que nunca falten a la asistencia de Nuestra Señora.
Y en cuanto a la data, que en el tiempo que ha estado en mi casa el cuidado de esta Santa Imagen se ha gastado, y por mi mano, crecida cantidad de mrs. En ropa, para el mayor adorno y lucimiento de la Imagen, ornamentos y altares, y sólo hago memoria de unas camisas de estopilla, enaguas de holanda con ricos encajes, además de los que he puesto en las albas: hice dos pares de corporales; un vestido de tapiz para la Imagen y el Niño, en que se gastaron trece varas a cinco pesos, guarnecido con encaje de plata y forro de seda, habiendo puesto también los de los frontales, y dos casullas con entretelas, guarniciones y hechuras; cíngulos, bolsas de corporales, cintas, flores y otras cosas, que no tengo presente, ni he querido jamás que para ello se descontase cosa alguna de las limosnas de Nuestra Señora, a cuyo culto y mayor decencia lo he ofrecido y ofrezco de mi caudal con el mayor rendimiento y obligación.
Y lo firmé en esta Villa de Guadalcanal, a veinte y seis de Marzo de mil setecientos y cuarenta y ocho. = La Marquesa de San Antonio de Mira el Río.”

Presentó las cuentas la Marquesa con un memorial en el que reiteraba las protestas que hizo el Marqués en la primera cuenta que se le tomó, y las demás convenientes a los que sucediesen en el Patronato; y suplicaba se le aprobaran y se le pagara el alcance, que quedaba a su favor. Aprobó el Vicario general las cuentas y “mandó que del primer caudal de Nuestra Señora, se satisfaga el alcance que de dichas cuentas resulta a la parte del Administrador difunto, y a su heredera, y se le de el testimonio que pide con inserción de las cuentas y su pedimiento y de este auto.”
En el mismo día el Notario de la Audiencia, fue a comunicar a la Marquesa lo proveído por el Vicario general, y ella, generosa una vez más para con la Virgen de Guaditoca, “dijo que el alcance que a su favor resulta de las expresadas cuentas lo remite y perdona y en caso necesario lo cede a favor de nuestra Señora” y así lo firmó.